Gratuidad
En el matrimonio, decir gratuidad en el amor mutuo, es decir plenitud de alegría. La alegría verdadera no surge de cualquier manera, sino de gestos de amor gratuito que siempre sorprenden por inesperados.
Es maravilloso cuando los esposos viven conscientemente esta condición de amor mutuo. La relación entre ellos no es el “debes”, “te corresponde a ti ese gesto”, sino la grata sorpresa: “qué maravilla que me quieras”. Sólo el amor gratuito es gratificante y da sentido a toda la vida, un verdadero gesto de amor gratuito, que no tiene una explicación lógica, sino que lo sobrepasa, abre el corazón del amado a “agradecer” por sentirse amado “porque sí”, porque él es él y porque ella es ella.
El amor gratuito va más allá del atractivo del momento, no es una energía que viene de afuera sino una energía que surge desde adentro, es siempre una “decisión de amar más”, no un resultado sin trabajo personal, como es el enamoramiento.
El amor gratuito es activo decisional, mientras que el enamoramiento es pasivo y se deja fluir desde la espontaneidad; no se puede tomar la “decisión de enamorarse” porque el enamoramiento no depende de la voluntad, el amor sí.
La auténtica “gratitud” surge espontánea de la verdadera recepción de la gratuidad. Si el gesto de amor da la impresión que es un “debo”, que “me corresponde hacerlo”, que “me obliga desde afuera” no es gratuito, y no despierta la verdadera “gratificación”. Si el gesto válido es sólo el gesto gratuito, la “pretensión de recibirlo” mata la gratuidad antes que nazca. Tanto el gesto de dar como el gesto de recibir deben ser gratuitos para que adquieran toda su plenitud gratificante. Cuando no se observan estas leyes del amor mutuo nace fatalmente la rutina, la “lata” porque no aparece nada nuevo en la vida, todo se repite, y al no despertar y compartir las riquezas interiores, triunfa la soledad y el convivir se presenta como un peso insoportable.
Hay dos maneras de convivir en el matrimonio: una es un amor “interesado” que se sirve del otro para propia ventaja y el otro es un amor “desinteresadamente interesado” que alcanza a “sentirse feliz” si logra hacer feliz al otro, busca el bien del otro. Quien busca la felicidad sólo “de ida”, nunca lo logra porque parte exigiendo felicidad. Es feliz sólo quien sabe recibir y gozar de la felicidad “de vuelta”, “porque te hice feliz me siento feliz”, con razón la sagrada escritura asegura que “Dios nos amo primero”, no podría pedir nuestro amor si Él no nos amase primero”. El reflejo de Dios es perfecto en la madre, primero ama ella a su creatura y sólo después puede esperar la respuesta deseada.
Invito a revisarse si los gestos gratuitos son el pan de cada día o hay hambre de gratuidad.
Con todo mi afecto
Padre Gustavo Ferraris del C., sdb